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Cursillo acelerado para emprendedores a base de darse trompazos
El pánico al fracaso es endémico y la burocracia todavía desincentiva
Hace unos cuantos años, bastantes, un crítico gastronómico de Nueva York decidió comer en el restaurante más caro del mundo. Estaba en Japón y le costó, entonces, casi 2.000 dólares per capita. Y contó lo que había disfrutado. Otro crítico de la misma ciudad, envidioso él, buscó el restaurante donde podía comer lo más barato posible. No tuvo que viajar: estaba en el Bowery neoyorquino. Le costó 63 centavos. Algo así ha pasado ahora con el éxito o no de la Ley de Emprendedores en España.
Entonces fue la rivalidad entre el influyente The New York Times y el popular tabloide Daily News. Esta vez han intervenido de nuevo el omnipresente NYT y el no menos imponente The Wall Street Journal. La semana pasada, el NYT publicó un reportaje sobre lo fácil que era para un emprendedor extranjero acogerse en España a las nuevas posibilidades para montar una empresa. Fue en empujón elogioso a ese aspecto de la Ley de Emprendedores.
Pero este fin de semana, el WSJ replica sobre otro aspecto, y sin ser una crítica negativa, tampoco se derrite en alabanzas. Un largo reportaje en primera página firmado por Matt Moffett avanza en el título lo que relata después: ‘Los nuevos emprendedores encuentran dolor en España’. Por dolor hay que entender problemas, dificultades, obstáculos, escollos. Es decir, que si los emprendedores extranjeros lo tienen bastante bien para mudarse a España, los emprendedores españoles no lo tienen tan bien para quedarse en España y salir adelante.
A lo largo de 166 líneas, 2.300 palabras y 14.358 caracteres equivalentes a siete folios y medio, Moffett cuenta los casos de más de media docena de emprendedores que en su mayor parte se quedaron sin trabajo, solicitaron que se les pagara de golpe la prestación por el paro y se pusieron a desarrollar su sueño. O a inventárselo por necesidad. Unos van tirando, alguno incluso viento en popa, pero otros andan en las penúltimas o han tenido que plegar.
Ahí están Juan Pedro Mellinas y Eternalia, su negocio de limpieza y cuidado de tumbas en cementerios; y César Martín con Sapeando, un sistema educativo digital; y Gerard Vidal con Enigmapedia encriptar datos; y Miguel Ángel Fuentes, peleando a brazo partido contra los elementos para cultivar bambú destinado como biocombustible y para muebles con su Bamboo Energy; y Francisco Javier Gómez, cuya iniciativa con su hermano para crear Qualica-RD se ha traducido en exportaciones de su tecnología de identificación automática.
O Juan Antonio González, que escogió la palabra Yatri, viajero en hindi, para ofrecer llevar a los familiares de un difunto en barco o helicóptero para que arrojen sus cenizas en lugares escogidos; o Diana y Arantxa Fernández, que las pasaron canutas con la burocracia para abrir una escuela de enfermería; o Alicia Macías, que intentó montar su joyería online DWappo en Londres hasta que descubrió que los pagos transfronterizos eran complicados para los clientes y que ahora en España sí que va hacia arriba; o David Fito, quien también está asomando la cabeza con sus panes sin gluten; y Lucas Carné, fundador de Privalia, ya bien conocida.
Hay una serie de constantes en las diferentes historias y en los datos estadísticos sobre el mundo de los emprendedores. Uno de los obstáculos más generalizados es que los españoles están en los últimos lugares de la clase a la hora de atreverse a fracasar. Un 45,1% de jóvenes españoles entre 18 y 24 años dicen que ese miedo les impediría lanzarse a la aventura empresarial. La media en Europa es 41,9% y 31,4% en EEUU.
Otra pega: la preparación y la formación es deficiente. No hay cultura que cree un ambiente para los emprendedores, y además hay una relación directa entre ello y la pérdida del empleo anterior. En tercer lugar, la sequía crediticia. Cuarto, España tiene un 40% de los trabajadores como autónomos o en pymes con menos de 10 empleados, por sólo el 19% en Alemania y el 11% en EEUU. La
Y en quinto, la facilidad para crear empresas es manifiestamente mejorable. Aquí es donde el WSJ señala con el dedo a la Ley de Emprendedores: ha facilitado la burocracia y el papeleo, pero no es suficiente. En crear una empresa y empezar a funcionar todavía se tardan 13 días en España, según el reciente informe Doing Business del Banco Mundial. La media en la OCDE es de 9,2 días, y en Holanda son sólo cuatro días.
De todas formas, se va avanzando. Aunque como España está ‘en situación de emergencia’, según se dice en el reportaje, hay que ir mucho más deprisa en la liberalización. El mismo informe Doing Business mejoró la posición global española 19 puestos, pasando del 52 al 33. Y hasta 41 peldaños ganó España en el apartado concreto de la burocracia y la regulación para abrir una empresa. Pero aun así, todavía está en ese parámetro muy atrás, en la plaza 74. A lo mejor por eso tampoco salen más emprendedores.
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